“Todo lo que favorezca
la alfabetización y
la educación de base, que
la profundice y complete, es una contribución directa al verdadero desarrollo”.
(Solicitudo Rei Socialis No. 44. Carta
encíclica, Juan Pablo II, 1987)
Pareciera que las informaciones de los medios de
comunicación nos han saturado, nos encontramos ya a la
mitad del segundo cuarto del 2017 cuando aún estamos procesando los acontecimientos
de los primeros tres meses del año. La información está ahí,
tan a la mano como nunca; cosas que incluso sin buscarlas, las vemos y nos
enteramos sin querer. Basta tan sólo abrir una red social como Twitter y buscar
los Hashtags que son tendencia en el momento; pero no se trata sólo de estar
informado y conocer los acontecimientos más recientes; debemos aprender observar, filtrar,
discernir, por lo que “se vuelve
necesaria una educación que enseñe a pensar críticamente y que ofrezca un
camino de maduración en valores” (Evangelii Gaudium No. 64. Exhortación
apostólica, Francisco, 2013)
Para que el educador desarrolle plenamente su
vocación al magisterio, debe de, como dice el Papa Francisco: “salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las
periferias que necesitan la Luz” (Evangelii Gaudium No. 20. Exhortación
apostólica, Francisco, 2013)
Un término clave para entender la frontera en
éste contexto es la palabra Luz, que podemos vincular de manera poética a la
labor educativa. La palabra latina lumen significa “luz”, por lo que la palabra
alumno significa “sin luz”. Otorgarles
luz, “incumbe en primer término a sus
padres” (Principio 7 de
la Declaración de los Derechos del Niño Proclamada por la Asamblea General el 20 de noviembre de 1959) y en segundo lugar los educadores. Se
trata de darles luz, para que ellos tengan luz propia.
Los expertos en educación saben que la atención
que se tiene sobre herramientas, métodos y teorías pedagógicas no son
preocupaciones de fechas recientes ; por ejemplo, así lo
expresa el Papa Pío XI en 1929: “En realidad, nunca se ha hablado tanto de la educación
como en los tiempos modernos” (Divini Illius Magistri No. 3. Carta encíclica, Pío XI,
1929),
La diferencia entre 1929
y el 2020 radica en que es más apremiante ayudar a los alumnos a desarrollar
criterios que les permitan discernir, debido a la gran cantidad de información
que está frente a ellos.
La experiencia educativa de frontera que comparto
con ustedes comienza moviendo el interés de los jóvenes a asistir a algo que
llamamos “Misión”. Los participantes pueden
ser de secundaria, preparatoria y/o universidad. La invitación consiste en que
salgan de su zona de confort y se den la oportunidad de conocer una realidad
que no les es cercana. La actividad consiste en convivir algunos días con
personas de comunidades rurales al menos una vez por año y generalmente es en
Semana Santa. La actividad principal a realizar en las comunidades consiste en apoyar a las personas de
las comunidades con sus celebraciones religiosas; pero no es obligatorio que
los jóvenes sean pertenecientes a un credo específico, o creyentes. En estos
casos ellos apoyan con otro tipo de actividades, como pláticas de temas no religiosos con las comunidades o
juegos con los niños, o también con los médicos que
hacen su misión dando consulta durante la misma semana.
Las preparaciones previas a la “misión” constan
de 12 sesiones de 4 horas en la que se aprenden cantos y juegos para
realizarlos con los niños de la comunidad; la preparación de temas para los
adultos (mujeres y hombres) así como actividades con ellos. También aprenden
primeros auxilios y temas de reciclaje y cuidado del ambiente. El objetivo principal,
por tratarse de grupos escolares, es brindarles tanto a los alumnos como a los
maestros que nos acompañan, una forma distinta de convivencia fuera de la
institución educativa.
Éste tipo de actividades de frontera, no se
limitan al espacio del aula ni a un horario de clases; les
permite conocer de primera mano otras realidades, en las que están insertos
temporalmente. No sólo son espectadores, como sucede en el aula; sino que ahora
son protagonistas de situaciones inmediatas, ya que en muchos casos ayudan a las familias o a la comunidad en
algunas de sus actividades. Si bien, no circunscribimos la actividad a un
espacio u horario, si existe un reglamento general que debe ser observado en
todo momento y que está encaminado a salvaguardar la integridad de los
participantes (alumnos y maestros) además de un compromiso personal de
abandonar los pequeños lujos portátiles (como podría ser un teléfono celular)
para no generar necesidades en las comunidades.
La organización y logística de la misión prevé
llevar despensa; no para ser repartida en la comunidad, sino para aligerar la
carga a las familias quienes durante la estancia nos darán alimentos. Queda muy claro para los
participantes que no se trata de una actividad asistencialista, por lo que no
está permitido llevar despensa extra, ropa o juguetes (en ocasiones anteriores
esto ha generado algunos momentos incómodos). También se pide a los
participantes adecuar su vestimenta al lugar, evitando pantalones rotos,
playeras con mensajes ofensivos o que se puedan malinterpretar, respetando en
todo momento las costumbres de las personas de las comunidades visitadas.
Para los alumnos
participantes, es posible confrontar lo aprendido en las aulas. Por ejemplo, en
la escuela aprenden que “No deberá permitirse al niño trabajar antes de una
edad mínima adecuada; en ningún caso se le dedicará ni se le permitirá que se
dedique a ocupación o empleo alguno que pueda perjudicar su salud o su
educación” (Principio 9 de la Declaración de los Derechos del
Niño Proclamada por la Asamblea General
el 20 de noviembre de 1959);
pero la realidad en las comunidades rurales es distinta, ya que eso es parte de
la responsabilidad de los hijos menores, que deben ir con sus padres a trabajar
al campo y en ocasiones terminan abandonando sus estudios.
También pueden constatar que a pesar
de la existencia de La Declaración Universal de los
Derechos Humanos de 1948; en muchos lugares del mundo
no están garantizados éstos derechos; y aunque conozcan casos como el de Malala Yousafzai, quien con
sólo 17 años de edad recibió en el 2014 el premio Nobel de la Paz, por su
defensa del derecho a la educación femenina en su país; ellos pueden observar
que ese tipo de realidades no suceden sólo del otro lado del mundo, sino
que en México aun en pleno 2017 en algunos lugares “se niega a la mujer el derecho de escoger libremente esposo y de
abrazar el estado de vida que prefiera o se le impide tener acceso a una
educación y a una cultura iguales a las que se conceden al hombre” (Gaudium et Spes No. 29. Constitución
Pastoral del Concilio Vaticano II,
1965)
Esto ha detonado en varios jóvenes la
posibilidad de convertirse en agentes de cambio, no en el sentido de abandonar
sus estudios para ir a vivir en el corto plazo a una comunidad rural, sino
alentándolos a continuar sus estudios para que, una vez siendo profesionistas,
puedan retornar a las comunidades para generar un cambio benéfico en ellas. Así
sucedió con un joven que cursando el bachillerato, asistió a comunidades en la
sierra de Hidalgo colindante con el estado de Veracruz, y al ver las precarias
condiciones en las que vivía la comunidad, su interés en estudiar agronomía se vio
reforzado y lo hizo tomar la decisión de ingresar a la Universidad de Chapingo,
para después regresar con un proyecto de
mejora para aquella comunidad. La principal actividad de aquellas comunidades
era la siembra del café.
También para los maestros que salen de su zona de confort y nos
acompañan, hay en todos los casos una oportunidad de crecimiento personal. Es
así como una profesora que impartía clases de informática, al salir del aula,
se vio encontró desprovista de la seguridad que la tarima le proporciona y,
logró entonces, poner en práctica otras habilidades: enseñó a la comunidad a
hacer arroz con leche, algo que la comunidad no conocía.
Por otra parte, el tema ecológico ha tomado fuerza en los últimos años y
éste también despierta en los jóvenes interés, ya que al observar en las
comunidades los problemas que causa el deterioro ambiental, les genera mayor
conciencia de la relevancia que tiene su actuar cotidiano. Se dan cuenta de que
muchas de las campañas en las ciudades no desarrolla hábitos en las personas y
que los reglamentos no son efectivos si no son acompañados por acciones
personales que surgen a partir de buenos motivos. Descubren que en muchas
ocasiones, “es una contradicción pedir a las nuevas generaciones
el respeto al ambiente natural, cuando la educación y las leyes no las ayudan a
respetarse a sí mismas” (Caritas in Veritate No. 51.
Benedicto XVI, 2009)
El aumento de la contaminación por
plásticos en las comunidades rurales provoca en muchas ocasiones la muerte del
ganado, ya que éstos comen las bolsas, aunado al aumento de la contaminación
con envases PET que ha proliferado en las zonas rurales en los últimos años. El acompañamiento que los
jóvenes reciben previo la “misión” es crucial, ya que les permite tener una mirada crítica de las
situaciones que observarán en las comunidades: “es maravilloso que la educación sea capaz
de motivarlas hasta conformar un estilo de vida. La educación en la
responsabilidad ambiental puede alentar diversos comportamientos que tienen una
incidencia directa e importante en el cuidado del ambiente, como evitar el uso
de material plástico y de papel, reducir el consumo
de agua, separar los residuos, cocinar sólo lo que razonablemente se podrá
comer, tratar con cuidado a los demás seres vivos, utilizar transporte público
o compartir un mismo vehículo entre varias personas, plantar árboles, apagar
las luces innecesarias” (Laudato
Si’ No. 211. Carta Encíclica, Francisco, 2015) En el momento crítico que nos
toca vivir, es necesario desarrollar la conciencia de que a pesar de que la
situación económica nos permita consumir, se trata más de un asunto de
responsabilidad personal, que no se aprende en las redes sociales, que han
aumentado el acceso a la información, pero también han alejado más a los
hombres entre sí.
El llamado está dirigido a los educadores,
a que vayan a esas fronteras y que salgan de su zona de confort. Tomemos la
alegoría que hace Francisco acerca de la semilla, en la que son las palabras
esa semilla, que son sembradas en el corazón de los alumnos y “que una vez sembrada crece por sí sola y
también cuando el agricultor duerme” (Evangelii Gaudium No. 22. Exhortación
apostólica, Francisco, 2013) Atrevámonos a sembrar siempre, incluso en aquellos lugares en donde no
hemos sembrado y atrevámonos a “primerear”, es decir, no esperar a que el otro
nos busque, sino salirle al encuentro, tomar la iniciativa. Con éste contexto
las palabras de Paulo XV de 1967 renuevan su
vigencia “El desarrollo exige
transformaciones audaces, profundamente innovadoras. Hay que emprender, sin
esperar más, reformas urgentes. Cada uno debe aceptar generosamente su papel,
sobre todo los que por su educación, su situación y su poder tienen grandes
posibilidades de acción. Que, dando ejemplo, empiecen con sus propios haberes” (Populorum Progresio No. 32. Carta encíclica, Paulo VI, 1967)
Más que en otras épocas, la educación tiene a su
disposición infinidad recursos, pero no perdamos de vista que no son esos
recursos los que acercan al alumno a un pleno desarrollo cultural, sino que
además debe estar acompañado de un criterio maduro de discernimiento, “Particularmente la educación de los jóvenes, sea el que
sea el origen social de éstos, debe orientarse de tal modo, que forme hombres y
mujeres que no sólo sean personas cultas, sino también de generoso corazón, de
acuerdo con las exigencias perentorias de nuestra época” (Gaudium
et Spes No. 29. Constitución Pastoral del Concilio Vaticano II, 1965).
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