domingo, 2 de febrero de 2020

Misiones: una experiencia educativa de frontera


 “Todo lo que favorezca la alfabetización y la educación de base, que la profundice y complete, es una contribución directa al verdadero desarrollo”. (Solicitudo Rei Socialis No. 44. Carta encíclica, Juan Pablo II, 1987)

Pareciera que las informaciones de los medios de comunicación nos han saturado, nos encontramos ya a la mitad del segundo cuarto del 2017 cuando aún estamos procesando los acontecimientos de los primeros tres meses del año. La información está ahí, tan a la mano como nunca; cosas que incluso sin buscarlas, las vemos y nos enteramos sin querer. Basta tan sólo abrir una red social como Twitter y buscar los Hashtags que son tendencia en el momento; pero no se trata sólo de estar informado y conocer los acontecimientos más recientes; debemos aprender observar, filtrar, discernir, por lo que “se vuelve necesaria una educación que enseñe a pensar críticamente y que ofrezca un camino de maduración en valores” (Evangelii Gaudium No. 64. Exhortación apostólica, Francisco, 2013)


Para que el educador desarrolle plenamente su vocación al magisterio, debe de, como dice el Papa Francisco:  “salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la Luz” (Evangelii Gaudium No. 20. Exhortación apostólica, Francisco, 2013)

Un término clave para entender la frontera en éste contexto es la palabra Luz, que podemos vincular de manera poética a la labor educativa. La palabra latina lumen significa “luz”, por lo que la palabra alumno significa  “sin luz”. Otorgarles luz, “incumbe en primer término a sus padres” (Principio 7 de la Declaración de los Derechos del Niño Proclamada por la Asamblea General  el 20 de noviembre de 1959) y en segundo lugar los educadores. Se trata de darles luz, para que ellos tengan luz propia.

Los expertos en educación saben que la atención que se tiene sobre herramientas, métodos y teorías pedagógicas no son preocupaciones de fechas recientes ; por ejemplo, así lo expresa el Papa Pío XI en 1929: En realidad, nunca se ha hablado tanto de la educación como en los tiempos modernos” (Divini Illius Magistri No. 3. Carta encíclica, Pío XI, 1929), La diferencia entre 1929 y el 2020 radica en que es más apremiante ayudar a los alumnos a desarrollar criterios que les permitan discernir, debido a la gran cantidad de información que está frente a ellos.

La experiencia educativa de frontera que comparto con ustedes comienza moviendo el interés de los jóvenes a asistir a algo que llamamos “Misión”. Los participantes pueden ser de secundaria, preparatoria y/o universidad. La invitación consiste en que salgan de su zona de confort y se den la oportunidad de conocer una realidad que no les es cercana. La actividad consiste en convivir algunos días con personas de comunidades rurales al menos una vez por año y generalmente es en Semana Santa. La actividad principal a realizar en las comunidades consiste en apoyar a las personas de las comunidades con sus celebraciones religiosas; pero no es obligatorio que los jóvenes sean pertenecientes a un credo específico, o creyentes. En estos casos ellos apoyan con otro tipo de actividades, como pláticas de temas no religiosos con las comunidades o juegos con los niños, o también con los médicos que hacen su misión dando consulta durante la misma semana.

Las preparaciones previas a la “misión” constan de 12 sesiones de 4 horas en la que se aprenden cantos y juegos para realizarlos con los niños de la comunidad; la preparación de temas para los adultos (mujeres y hombres) así como actividades con ellos. También aprenden primeros auxilios y temas de reciclaje y cuidado del ambiente. El objetivo principal, por tratarse de grupos escolares, es brindarles tanto a los alumnos como a los maestros que nos acompañan, una forma distinta de convivencia fuera de la institución educativa.

Éste tipo de actividades de frontera, no se limitan al espacio del aula ni a un horario de clases;  les permite conocer de primera mano otras realidades, en las que están insertos temporalmente. No sólo son espectadores, como sucede en el aula; sino que ahora son protagonistas de situaciones inmediatas, ya que en muchos casos  ayudan a las familias o a la comunidad en algunas de sus actividades. Si bien, no circunscribimos la actividad a un espacio u horario, si existe un reglamento general que debe ser observado en todo momento y que está encaminado a salvaguardar la integridad de los participantes (alumnos y maestros) además de un compromiso personal de abandonar los pequeños lujos portátiles (como podría ser un teléfono celular) para no generar necesidades en las comunidades.

La organización y logística de la misión prevé llevar despensa; no para ser repartida en la comunidad, sino para aligerar la carga a las familias quienes durante la estancia nos darán alimentos. Queda muy claro para los participantes que no se trata de una actividad asistencialista, por lo que no está permitido llevar despensa extra, ropa o juguetes (en ocasiones anteriores esto ha generado algunos momentos incómodos). También se pide a los participantes adecuar su vestimenta al lugar, evitando pantalones rotos, playeras con mensajes ofensivos o que se puedan malinterpretar, respetando en todo momento las costumbres de las personas de las comunidades visitadas.

Para los alumnos participantes, es posible confrontar lo aprendido en las aulas. Por ejemplo, en la escuela aprenden que  “No deberá permitirse al niño trabajar antes de una edad mínima adecuada; en ningún caso se le dedicará ni se le permitirá que se dedique a ocupación o empleo alguno que pueda perjudicar su salud o su educación” (Principio 9 de la Declaración de los Derechos del Niño Proclamada por la Asamblea General  el 20 de noviembre de 1959); pero la realidad en las comunidades rurales es distinta, ya que eso es parte de la responsabilidad de los hijos menores, que deben ir con sus padres a trabajar al campo y en ocasiones terminan abandonando sus estudios.

También pueden constatar que a pesar de la existencia de La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948; en muchos lugares del mundo no están garantizados éstos derechos; y aunque conozcan casos como el de Malala Yousafzai, quien con sólo 17 años de edad recibió en el 2014 el premio Nobel de la Paz, por su defensa del derecho a la educación femenina en su país; ellos pueden observar que ese tipo de realidades no suceden sólo del otro lado del mundo, sino que en México aun en pleno 2017 en algunos lugares se niega a la mujer el derecho de escoger libremente esposo y de abrazar el estado de vida que prefiera o se le impide tener acceso a una educación y a una cultura iguales a las que se conceden al hombre” (Gaudium et Spes No. 29. Constitución Pastoral del Concilio Vaticano II, 1965)

Esto ha detonado en varios jóvenes la posibilidad de convertirse en agentes de cambio, no en el sentido de abandonar sus estudios para ir a vivir en el corto plazo a una comunidad rural, sino alentándolos a continuar sus estudios para que, una vez siendo profesionistas, puedan retornar a las comunidades para generar un cambio benéfico en ellas. Así sucedió con un joven que cursando el bachillerato, asistió a comunidades en la sierra de Hidalgo colindante con el estado de Veracruz, y al ver las precarias condiciones en las que vivía la comunidad, su interés en estudiar agronomía se vio reforzado y lo hizo tomar la decisión de ingresar a la Universidad de Chapingo, para después regresar con un  proyecto de mejora para aquella comunidad. La principal actividad de aquellas comunidades era la siembra del café.

También para los maestros que salen de su zona de confort y nos acompañan, hay en todos los casos una oportunidad de crecimiento personal. Es así como una profesora que impartía clases de informática, al salir del aula, se vio encontró desprovista de la seguridad que la tarima le proporciona y, logró entonces, poner en práctica otras habilidades: enseñó a la comunidad a hacer arroz con leche, algo que la comunidad no conocía.

Por otra parte, el tema ecológico ha tomado fuerza en los últimos años y éste también despierta en los jóvenes interés, ya que al observar en las comunidades los problemas que causa el deterioro ambiental, les genera mayor conciencia de la relevancia que tiene su actuar cotidiano. Se dan cuenta de que muchas de las campañas en las ciudades no desarrolla hábitos en las personas y que los reglamentos no son efectivos si no son acompañados por acciones personales que surgen a partir de buenos motivos. Descubren que en muchas ocasiones, “es una contradicción pedir a las nuevas generaciones el respeto al ambiente natural, cuando la educación y las leyes no las ayudan a respetarse a sí mismas” (Caritas in Veritate No. 51. Benedicto XVI, 2009)

El aumento de la contaminación por plásticos en las comunidades rurales provoca en muchas ocasiones la muerte del ganado, ya que éstos comen las bolsas, aunado al aumento de la contaminación con envases PET que ha proliferado en las zonas rurales en los últimos años. El acompañamiento que los jóvenes reciben previo la “misión” es crucial, ya que les permite tener una mirada crítica de las situaciones que observarán en las comunidades: “es maravilloso que la educación sea capaz de motivarlas hasta conformar un estilo de vida. La educación en la responsabilidad ambiental puede alentar diversos comportamientos que tienen una incidencia directa e importante en el cuidado del ambiente, como evitar el uso de material plástico y de papel, reducir el consumo de agua, separar los residuos, cocinar sólo lo que razonablemente se podrá comer, tratar con cuidado a los demás seres vivos, utilizar transporte público o compartir un mismo vehículo entre varias personas, plantar árboles, apagar las luces innecesarias” (Laudato Si’ No. 211. Carta Encíclica, Francisco, 2015) En el momento crítico que nos toca vivir, es necesario desarrollar la conciencia de que a pesar de que la situación económica nos permita consumir, se trata más de un asunto de responsabilidad personal, que no se aprende en las redes sociales, que han aumentado el acceso a la información, pero también han alejado más a los hombres entre sí.

El llamado está dirigido a los educadores, a que vayan a esas fronteras y que salgan de su zona de confort. Tomemos la alegoría que hace Francisco acerca de la semilla, en la que son las palabras esa semilla, que son sembradas en el corazón de los alumnos y “que una vez sembrada crece por sí sola y también cuando el agricultor duerme” (Evangelii Gaudium No. 22. Exhortación apostólica, Francisco, 2013) Atrevámonos a sembrar siempre, incluso en aquellos lugares en donde no hemos sembrado y atrevámonos a “primerear”, es decir, no esperar a que el otro nos busque, sino salirle al encuentro, tomar la iniciativa. Con éste contexto las palabras de Paulo XV de 1967 renuevan su vigencia El desarrollo exige transformaciones audaces, profundamente innovadoras. Hay que emprender, sin esperar más, reformas urgentes. Cada uno debe aceptar generosamente su papel, sobre todo los que por su educación, su situación y su poder tienen grandes posibilidades de acción. Que, dando ejemplo, empiecen con sus propios haberes” (Populorum Progresio No. 32. Carta encíclica, Paulo VI, 1967)

Más que en otras épocas, la educación tiene a su disposición infinidad recursos, pero no perdamos de vista que no son esos recursos los que acercan al alumno a un pleno desarrollo cultural, sino que además debe estar acompañado de un criterio maduro de discernimiento, “Particularmente la educación de los jóvenes, sea el que sea el origen social de éstos, debe orientarse de tal modo, que forme hombres y mujeres que no sólo sean personas cultas, sino también de generoso corazón, de acuerdo con las exigencias perentorias de nuestra época” (Gaudium et Spes No. 29. Constitución Pastoral del Concilio Vaticano II, 1965).

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