Conforme avanzaba su
enfermedad y la situación de su cuerpo empeoraba, el padre Tim, un clérigo
estadounidense, sintió que su carrera como sacerdote se derrumbaba. Sabía que
no podía mantener en secreto por más tiempo, el hecho de que era un sacerdote católico
con sida. “Durante meses estuve destrozado por la culpa; sentía que era algo
que un cura no debía contraer”, cuenta Tim. En el mundo clerical, el celibato
es un mandato y la homosexualidad es vista como un pecado. “Al principio no
sabía lo que iba a pasar en términos de aceptación por parte de la Iglesia”,
comente Tim, que accedió a ser entrevistado con la condición de que su
verdadero nombre no fuera usado. “La Iglesia ha sido intolerante con los curas
que tienen sida. Un padre que conocí fue condenado al ostracismo por su orden y
sujeto a crueles comentarios, así que tuvo que irse”.
El
padre Tim no está solo; dice que ha conocido a otros 25 curas que han muerto de
sida y participa en un grupo confidencial de soporte que incluye a otros 15
hombres del clero que tienen la enfermedad. “Están preocupados por la reacción
de la jerarquía eclesiástica; están confundidos en relación con el estigma de
la enfermedad y lo que ésta dice de su estilo de vida”, explica. “Siguen
estando muy aprensivos e incluso están reacios a seguir algún tratamiento”.
Aunque
es imposible tener datos exactos, se cree que cientos de curas han muerto de
sida y de enfermedades relacionadas. Son incontables los que viven con el virus
en secreto. En la primera conferencia de un obispo sobre “sida en el
sacerdocio”, en 1988, los curas infectados estaban tan aterrorizados, que se
taparon la cabeza con bolsas.
Desde que el sida
apareció y fue descrito como una enfermedad de transmisión sexual que
primordialmente afectaba a los homosexuales a principios de los 80, la
respuesta de la Iglesia católica se ha caracterizado mostrar poco menos que
compasión cristiana. Los curas que han contraído la enfermedad han sido
desterrados a parroquias distantes o a dimitir. En una ocasión le rompieron las
piernas a un arzobispo de Roma que murió a causa del VIH para aparentar que su
muerte había sido un accidente. La inflexible posición papal en relación con el
sexo ha bloqueado todo intento de confrontar al sida y sus consecuencias de una
manera institucional. Cuando algunas diócesis solicitan exámenes de VIH para
los aspirantes al seminario, se topan con la resistencia jerárquica católica.
El
reverendo John Loftus, director de Southdown, un centro de tratamientos para
clérigos católicos, encendió la luz roja con respecto al sida hace diez años
mediante un folleto titulado Clergy and
Religious Expoused to AIDS. “Algunos homosexuales son tan homofóbicos, que
no pueden verse a sí mismos como homosexuales, escribió.
“Los
obispos no promueven el sexo seguro”, dice el padre Jim Gill, psiquiatra que
maneja el Christian Institute for the Study of Human Sexuality. “Les es difícil
admitir que a los seminaristas se les debe hablar sobre las precauciones que
deben tener si se involucran en una relación sexual. Los obispos les dicen que
es todo o nada: o te mantienes en celibato o no perteneces al sacerdocio.
Loftus
asegura: “muchos dicen: . Pero ¿en realidad nuestros
hermanos piensan que de alguna manera Dios los va a proteger? ¿creen que los
votos religiosos son la vacuna contra la infección?”
Los
sacerdotes no sólo están contagiándose de sida, lo están transmitiendo también.
El padre John Keenan de la Trinity House, un centro de tratamientos que brinda
ayuda a grupos de sacerdotes con sida, dice que un hombre con el que trabajó
infectó a ocho curas. Otro clérigo le comentó que le había pasado el virus a
20. Pero no todos los que han contraído la enfermedad dentro de la Iglesia han
sido clérigos. Una familia de Ohio demandó a la Iglesia Católica alegando que
su hijo de 44 años, Joey Busam, contrajo sida después de haber sido violado en
repetidas ocasiones por miembros de una orden religiosa. Busam, retrasado
mental que tenía la mentalidad de un niño de seis años, murió en 1996.
Cuando
Thomas Perea estaba en el noveno grado obtuvo una orden de la corte para
abandonar a su abusiva familia. El reverendo Delbert Blong aceptó ser su
guardián y, de acuerdo con Perea, iniciaron una relación que duró 20 años y que
lo dejó infectado con el VIH. “Tenía relaciones sexuales con personas con los
síntomas del sida, pero nunca usó protección: Después se daba la vuelta y tenía
sexo conmigo”, recuerda Perea.
La
nueva realidad de la existencia del sida entre los curas ha atraído los
reflectores al sombrío mundo que crece de detrás de los vitrales de las
catedrales. De hecho, muchos piensan que los homosexuales se han convertido en
una fuerza poderosa dentro del sacerdocio. “El fenómeno comenzó a finales del
siglo XX, cuando los seminaristas se hicieron abiertamente homosexuales”, dice
Bruce Pasternack, abogado de Albuquerque, nuevo México, que se especializa en
casos de abusos por parte de clérigos.
Un
estudio reciente elaborado por A.W. Richard Sipe, profesor en la John Hopkins
University, concluye que el 23 por ciento de todos los sacerdotes son
homosexuales. El reporte se basa en entrevistas con mil curas y 500 personas
que dijeron ser parejas sexuales de párrocos. “Cuando entras a un seminario
parece que estás en un bar gay”, dice el ex jesuita Robert Goss, ahora director
del Departamento de Estudios Religiosos en la Webster University de San Luis
Missouri. Él dejó el sacerdocio después de 11 años, luego de enamorarse de un
compañero. “Aprendí todas mis mañas en las habitaciones del seminario”, comenta
Goss, quien piensa que en el ambiente de algunas comunidades religiosas como
las jesuitas, dominicas y franciscanas, los homosexuales representan el 80 por
ciento de la población. “Ahí fue donde crecí y alcancé la madurez sexual,
auspiciado por otros hombres”, agrega. Pero ellos no comentan nada. El “no
hables, no preguntes” fue inventado por los católicos.
Como
Goss, Tood Geels descubrió que casi todos los estudiantes de su propio
seminario eran homosexuales. “Delos 27 seminaristas que habíamos, 23 o 24 eran
gays”, dice Geels, quien abandonó su vida célibe el año pasado para iniciar un
liberal estilo de vida homosexual. “Los Jesuitas frecuentan bares gays y otros
lugares en donde pueden obtener sexo anónimo”, asegura. “Pueden ser sexualmente
activos sin ser sacados de la Iglesia; sólo tienen que ser discretos. La mayor
parte del tiempo presentan una imagen casta, pero por las tardes salen a dar
una vuelta en busca de sexo”.
Algunos
investigadores creen que esa doble vida tiene muchos años de existir en el
clero: mientras las relaciones sexuales con mujeres son inconcebibles, la conducta homosexual es totalmente tolerada. Esta
absurda cultura institucional ha sido una de las razones por las que más de
cien mil hombres han dejado el sacerdocio desde 1969. El 20 por ciento de ellos
lo hizo para casarse.
“El
celibato crea sacerdotes homosexuales”, dice John Shuster, el vicepresidente de
Rent-a-Priest, un sitio en internet de curas católicos que se casan pero
continúan con sus labores pastorales en espera de que llegue el día en que la
Iglesia les permita el matrimonio a los sacerdotes. Shuster, quien dice que con
frecuencia ha sido un objeto de deseo para los hombres de su comunidad
religiosa, pasó 16 años en el seminario.
La presencia de Gays activos en la Iglesia es
algo ultrajante para Stephen Brady, el presidente de Roman Catholic Faithful,
un grupo de “espías” conservadores que investiga el sexo ilícito en el clero.
“LA actividad homosexual que impera entre los sacerdotes representa un fraude”,
reclama Brady. “El celibato se sigue de acuerdo con los preceptos de Dios. Si
alguien tiene prácticas homosexuales está cometiendo lo que en la Iglesia se
llama una abominación, y eso termina siendo contradictorio. Nadie adquiere sida
si sigue el celibato. Si quieres vivir una existencia salvaje, ¿por qué
ingresas en un lugar en donde te verás forzado a tener una doble vida?”
Mientras
algunos eclesiásticos disfrutan de su homosexualidad, otros están obligados a
permanecer en “el closet”, porque saben que infectarse de VIH es un gran
riesgo. Además de crear un clima represivo donde el sexo furtivo puede tener
como consecuencia la infección, el sistema del celibato también puede atraer a
los individuos que están buscando su propia identidad sexual. El instituto San
Lucas, ubicado en Silver Spring, Washington, parece una casa de campo pero es
un centro de tratamiento psiquiátrico para sacerdotes con problemas sexuales.
“Muchos de los curas
que están aquí ingresaron al seminario porque buscaban control en su sexualidad” , dice el padre
Curtis Bryant, director de San Lucas. Durante los nueve años que ha pasado al
frente del instituto, Bryant se ha topado con más de 350 sacerdotes que
presentan desórdenes sexuales. Él cree que la presión que ejerce el celibato
puede llegar a convertir a cualquiera en un pedófilo. “Saben que está prohibido
tener relaciones con mujeres, así que comienzan a relacionarse con muchachitos
que parecen mujeres o que lucen femeninos”, argumenta. Por su parte, Bruce
Pasternack ha escuchado versiones similares de labios de algunos de los “santos
criminales” de Nuevo México. “Los curas que parecen más rectos tienen sexo con
jovencitos porque piensan: ”
Tom
Econumus, presidente de un grupo que representa a sobrevivientes de abusos
sexuales por parte de sacerdotes, estima que los juicios por estos ataques ha
tenido un costo para la Iglesia católica de un billón de dólares desde 1985. “n
nuestra base de datos tenemos más de tres mil 200 nombres de curas que han
cometido abuso sexual. Es triste descubrir cuántos niños han sufrido por culpa
de ellos”, asegura.
El
celibato fue instituido en la Iglesia católica en 1139, vía decisión papal que
intentaba consolidar el poder de la Iglesia, terminando así con la herencia
atribuible a los descendientes de curas y arzobispos. Los padres, hasta antes
de esa fecha, podían casarse; de hecho, 39 Papas tuvieron esposa. El celibato
ha sido impuesto por 862 años y el Papa es la única autoridad que puede
nulificar la regla.
El
padre Deninis Rausch – quien tiene su iglesia en Florida – es uno de los pocos
sacerdotes estadounidenses declarado abiertamente que es portador del VIH.
Primero le dijo a su obispo y después a su comunidad entera. “Mucha gente se ha
acercado para decirme: , asegura Rausch.
“Esto crea una nueva comunicación en todos los niveles. La verdad te hace libre,
como dice El Señor”.
Tomado de Hustler, una publicación inmoral que está
a punto de ser sacada del mercado mexicano por
atentar contra las buenas costumbres.
Traducción: Jo Alsina
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